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El regalo de los Reyes Magos

U n dólar con ochenta y siete centavos. Eso fue todo. Y siete centavos eran en centavos. Centavos ahorrados uno a uno, derribando al tendero, al verdulero y al carnicero hasta que las mejillas ardían con la silenciosa calma que implicaba un trato tan cercano. Della lo contó tres veces. Un dólar con ochenta y siete centavos. El siguiente día sería Navidad. C laramente, no había nada que hacer más que dejarse caer en el pequeño sofá destartalado y gritar. Así que Della lo hizo. Lo que suscita la reflexión moral de que la vida se compone de sollozos, lloriqueos y sonrisas, predominando los lloriqueos. Mientras que la dueña del hogar va pasando gradualmente de la primera etapa emocional  a la segunda, echa un vistazo a su casa. Un piso amueblado a $8 por semana. No excedía exactamente la descripción, pero ciertamente tenía esa palabra al acecho: precaria mendicidad. En el vestíbulo de abajo había un buzón en el que no entraría ninguna carta y un botón eléctrico del que ningún dedo mortal p

La Rosa y el Sapo


Había una vez una rosa roja muy bella, se sentía de maravilla al saber que era la rosa mas bella del jardín. Sin embargo, se daba cuenta de que la gente la veía de lejos. Se dio cuenta de que al lado de ella siempre había un sapo grande y oscuro, y que era por eso que nadie se acercaba a verla de cerca.
Indignada ante lo descubierto le ordena al sapo que se fuera de inmediato; el sapo muy obediente dijo: Esta bien, si así lo quieres.
Poco tiempo después el sapo pasa por donde estaba la rosa y se sorprendió al ver la rosa totalmente marchita, sin hojas y sin pétalos.
Le dijo entonces: Vaya que te ves mal. ¿Que te pasa? La rosa contesta: Es que desde que te fuiste las hormigas me han comido día a día, y nunca pude volver a ser igual.
El sapo solo contesta. Pues claro, cuando yo estaba aquí me comía a esas hormigas y por eso siempre eras la más bella del jardín.

Moraleja:

Muchas veces despreciamos a los demás por creer que somos más que ellos, más bellos o simplemente que no nos "sirven" para nada. Dios no hace a nadie para que sobre en este mundo, todos tenemos algo que aprender de los demás o algo que enseñar, y nadie debe despreciar a nadie. No vaya a ser que esa persona nos haga un bien del cual ni siquiera estemos conscientes.

Fuente:miportalespiritual.com

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