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Semilla de vida. Parte 2.

 El gran despertar U n día como hoy, hace ciento treinta y tres años llegué a un mundo donde la belleza de la naturaleza había sido cambiada por la eficiencia de la máquina y donde el disfrute por lo natural intercambiado por lo sintético elemental. Aún así la civilización que recibí como herencia hizo de mi un hombre buscador de verdades ocultas. Un insoslayable precursor de la solidaridad entre todas las criaturas con derecho a una vida digna y llena de amor. Un incansable hacedor de realidades y sueños carentes del medio físico que los impulse al mundo real. Un observador empedernido y vehemente del mundo que llega a mis ojos cada instante y que provoca en mi cerebro las multicolores imágenes producto del aglutinamiento de millones de fotones que como niños escapan hacia la libertad de la acción y hacia la esclavitud del destino. Realmente me siento bien físicamente aún cuando la prótesis visual que reemplazo mis ojos hace veinticinco años atrás me produce un pulsante dolor ...

Semilla de vida. Parte 1.

¿Donde estamos?¿Donde vivimos? ¿Donde morimos?

La gran ciudad central resalta en forma impresionante entre la tierra seca y la poca vegetación que tímidamente se asoma a través de pequeñas grietas distribuidas a lo largo de lo que en apariencia  son calles y vías de acceso. Silenciosamente destacan los grandes rascacielos que se elevan del suelo cientos de metros y que culminan en una plataforma circular de varios kilómetros de diámetro. Otros de menor tamaño dan forma definitiva a la gran mole de concreto y metal que resguarda celosamente la paz y tranquilidad de todos los habitantes. Alrededor de estos monstruos dormidos, circundan largas colas multicolores que aparentemente se entrecruzan a la distancia, dando la  impresión de catastróficas colisiones, que por supuesto no ocurren. Son los veloces autos voladores.. Estas pequeñas maquinas dominan los aires dejando en su travesía diaria una gran cantidad de vapor de agua que hace la atmósfera citadina, pesada y acalorada. Este desecho producto del proceso de fusión que toma lugar en los pequeños motores de propulsión, llega a niveles críticos originando torrenciales lluvias en la parte baja de los rascacielos. Causando con justa razón, la molestia y continua protesta de los habitantes de la superficie  que deben llevar grandes y pesados atuendos para protegerse de los terribles efectos de la radiación residual dejada por las antiguas guerras.

Las pocas vías terrestres que aún existen permiten que viejas máquinas de combustión interna sean utilizadas por los habitantes más pobres de la ciudad que tienen que vivir en la superficie contaminada. Este estrato social, no reconocido formalmente por las autoridades oficiales, vive y se desarrolla con una economía informal muy particular que consiste en la comercialización de tecnología y de la llamada "droga virtual", que se ha convertido en la actualidad 2525 DC en la droga de mayor consumo mundial. Desarrollada hace doscientos años y mejorada en los últimos cincuenta, y que consiste en la incrustación de un dispositivo bioelectrónico en el centro del cerebro. Es en la actualidad una verdadera pandemia que destruye y socava la esencia misma de la libertad y voluntad del ser humano.

Una vez que esta micro máquina se acomoda, hace crecer unos tentáculos que buscan ciertas áreas del cerebro y se conectan a ellas. De esta manera con ciertas secuencias codificadas de señales, se logra crear una realidad virtual tan verdadera como la realidad misma. Convirtiendo de este modo cualquier sueño, por muy fantástico que éste sea, en una copia de la vida real con todas sus consecuencias.

Este es el mundo de hoy, no más perfecto que el que existía antes de las guerras pero profundamente evolucionado hacia los objetivos comunes de toda la humanidad, vistos ahora, como un todo interrelacionado  cuya realidad interior es tan sensible y cambiante como el destino que nos espera a cada uno de nosotros.


Escritor de Letras.






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