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Semilla de vida. Parte 2.

 El gran despertar U n día como hoy, hace ciento treinta y tres años llegué a un mundo donde la belleza de la naturaleza había sido cambiada por la eficiencia de la máquina y donde el disfrute por lo natural intercambiado por lo sintético elemental. Aún así la civilización que recibí como herencia hizo de mi un hombre buscador de verdades ocultas. Un insoslayable precursor de la solidaridad entre todas las criaturas con derecho a una vida digna y llena de amor. Un incansable hacedor de realidades y sueños carentes del medio físico que los impulse al mundo real. Un observador empedernido y vehemente del mundo que llega a mis ojos cada instante y que provoca en mi cerebro las multicolores imágenes producto del aglutinamiento de millones de fotones que como niños escapan hacia la libertad de la acción y hacia la esclavitud del destino. Realmente me siento bien físicamente aún cuando la prótesis visual que reemplazo mis ojos hace veinticinco años atrás me produce un pulsante dolor de c

Sueño americano(USA): infame páis donde el dinero vale más que la vida

Kimberly Young
Una joven, de solo 23 años, acabada de graduarse en una universidad del estado de Ohio, en Estados Unidos, había muerto a causa de una neumonía, tras sospecharse de que había contraído la influenza A (H1N1), aunque esto fue desmentido por las autoridades locales de salud.

Lo que llamó nuestra atención de la escueta noticia es que apuntaba que la joven universitaria debió pasar la enfermedad en su casa, sin un debido tratamiento, porque no estaba amparada por el seguro médico.
Como no se trataba de un caso de un analfabeto, que por millones existen en la sociedad más rica del mundo, ni de un inmigrante desempleado, que también abundan por decenas de miles, me fui al servicio en inglés de Google, y encontré que dos periódicos norteamericanos -Sentinel-Tribune y Washington Monthly-publicaron amplias notas sobre la muerte de la joven Kimberly Young.

Una historia muy triste”. Así tituló una de esas publicaciones lo que le ocurrió a la recién graduada universitaria, la cual tuvo que hacer un gran sacrificio personal para concluir sus estudios de arte, pues para pagar deudas contraídas por la matrícula, créditos y libros debió, al mismo tiempo, ocupar varios empleos, ninguno de los cuales le garantizaba seguro médico.

La intensidad de los estudios y de los empleos que ocupó le ocasionó una deshidratación e insuficiencia renal, fiebres altas y, finalmente, la neumonía. Acudió en primera instancia a un hospital público, pero como no tenía seguro médico la remitieron a su domicilio. Y allí se agravó progresivamente, y cuando la trasladaron a otro hospital se sospechó que tenía la influenza A. En Ohio, en el presente año, se reportaron tres muertes a causa de esta epidemia, y ninguno de los que la contrajeron recibió tratamiento en un hospital.
Lo que muchos estadounidenses se preguntan hoy ante el caso Kimberley es si esa bella joven de haber tenido un seguro médico hubiese podido salvar su vida.
Conociendo hechos como el relatado,

 ¿puede ser ese el “sueño americano”, la sociedad de oportunidades y de tocar el bienestar y la felicidad, que a diario se vende al mundo por los grandes medios de comunicación y los políticos del país capitalista más rico de la tierra?

La muerte de Kimberly Young ha tenido amplificación en los medios de Estados Unidos en momentos en que hay un fuerte debate sobre la viabilidad o no de las propuestas de reforma al sistema de atención médica, planteadas por el gobierno de Obama. Este plan tiene una fuerte oposición en los legisladores republicanos, en las compañías aseguradoras y en otras fuerzas relacionadas con el negocio de la atención médica.
Un total de 46 millones de norteamericanos -cuatro veces la población de Cuba–  no están protegidos por el seguro médico. Según la Fundación Kaiser, el 30 por ciento de los jóvenes entre 19 y 24 años de edad, no procedentes de los sectores adinerados, carecen de ese seguro, más que ningún otro grupo. Y no lo tienen porque desempeñan los peores empleos y si quieren tener un título universitario, como el caso de la Kimberley, lo que ganan deben desviarlo para el pago de los estudios.

El caso Kimberley, en fin, muestra que una sociedad egoísta y sin solidaridad humana no tiene futuro.


Vaya sueño americano. Rehusan otorgar atención médica porque no se tiene seguro. Dios, la miseria humana desplegada en su mayor infamia. Sociedades "modelos" donde muchos latino americanos quieren y desean estar. Pobres almas ciegas.

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