Actualmente, muchas personas han oído hablar alguna vez acerca del IP y saben que tiene alguna relación con Internet. Quienes todavía no conocen el término, seguramente han sido afectados por el IP en algún momento de su vida. Para el lego, puede ser tan tangible como el concepto de “spread bancario” –no sabe bien qué es ni dónde está pero sabe que lo afecta diariamente. Para quienes adoran la tecnología, la discusión del momento ya incluye el IPV6 y sus ventajas sobre el IPV4. Los desinformados rápidamente preguntarán: ¿pero qué ocurrió con el IPV5?
IP, literalmente hablando, significa Protocolo de Internet (Internet Protocol). Es simple, pero extremadamente importante. Es el padrón que define la forma en que las máquinas se comunican a través de la red mundial. Aparece como una dirección formada por cuatro números (de ahí el nombre V4), como 192.168.0.1.
La principal función de esos números es indicar la dirección por la cual otras máquinas pueden identificarse y enviar su comunicación hasta nosotros. Por ejemplo: para hacer una compra física, es necesario saber la calle y el número para llegar a la tienda, elegir la mercadería y adquirir el bien. Para hacer la compra por Internet, es necesario saber la dirección virtual, es decir, el número IP. Algunos dirían que esa dirección virtual es www.xxxyyy.com. Sí, eso es lo que llamamos URL, y, grosso modo, representa una traducción, más amigable para el ser humano, de una dirección IP.
Todo el complejo mecanismo que identifica esos sitios y los traduce a direcciones IP también forma parte de un paquete de aplicaciones que se suman al protocolo IP para permitir el uso de Internet. Esos paquetes adicionales implementan diversas funcionalidades, como la transmisión de videos y audio, además de cuestiones más serias como seguridad y criptografía.
Algunos todavía recuerdan los tiempos en que en Brasil circulaban autos con las antiguas patentes amarillas con dos letras y cuatro números, como AA-0000. En un determinado momento, la autoridad de tránsito se dio cuenta de que se estaban agotando las combinaciones posibles de letras y números. Se llegaría al ZZ-9999 y la industria continuaría produciendo autos. La solución para el problema fue agregar una letra más al conjunto, generando el formato AAA-0000 y ampliando la cantidad de patentes posibles.
Lo mismo ocurrió con Internet. En principio, sus creadores concluyeron que las aproximadamente 4300 millones de combinaciones posibles del IPV4 serían suficientes para la demanda de comunicación. Eso sin contar algunos artificios creados en ese tiempo, como el IP dinámico que usamos en la mayoría de las conexiones domésticas y que permite que una computadora libere una dirección para otra cuando está apagada. Vale recordar que, en aquellos tiempos, la popularización de la computadora personal todavía no era una realidad.
Hoy sabemos que ese número se agotará; según las visiones más pesimistas, en pocos años; según las más optimistas, en menos de una década. Para resolver ese impasse, las autoridades de control de Internet propusieron la inclusión de dos nuevos campos de direcciones, generando el formato IPV6 y ampliando esa capacidad para poco más de 281 billones de equipos simultáneamente en red.
Obviamente la cuestión no es tan simple. La implementación del nuevo protocolo va mucho más allá de la simple ampliación de la capacidad de direccionamiento. El IPV6 también incorporó muchas otras funcionalidades que a lo largo del tiempo se añadieron al IPV4. Se estandarizaron soluciones relacionadas con la seguridad, multicast y otras funcionalidades, y se incluyeron en el protocolo, volviéndolo más eficiente y completo. Por esa complejidad, migrar de IPV4 a IPV6 exige planeamiento y estudio. Para evitar problemas, hay varios puntos que deben considerarse.
Sin embargo, más importantes que la expansión del direccionamiento son las nuevas puertas que el IPV6 abre para la tecnología en nuestra vida. Actualmente, no sólo las computadoras están conectadas a la red mundial. Celulares, consolas de videojuegos, decodificadores de TV, equipos de seguridad, receptores de radio, vehículos y hasta heladeras y cocinas están entre los posibles equipos que nos rodean y pueden usar Internet para intercambiar informaciones con nosotros o directamente entre sí.
Por ejemplo, ya avanzamos mucho si comparamos la radio actual de nuestro auto con la de algunos años atrás. ¿Alguien extraña el viejo cassette? Hoy conectamos un pen-drive y tenemos toda la colección de discos disponible para un viaje. ¿Y lo que vendrá? ¿Por qué nos limitamos al MP3 cuando podríamos, a través de Internet, acceder a miles de estaciones on-line? Para practicar inglés, podríamos escuchar la programación de una emisora americana mientras el tránsito sigue parado. O, tal vez, escuchar una emisora nacional cuando viajamos al exterior. ¿Qué más sería posible? ¿Por qué no bajar directamente de los armarios de casa la lista de compras para un sitio y simplemente ordenar la entrega, o consultar en la puerta de la heladera las recetas posibles con lo que hay adentro?
Para las empresas, esta tecnología también abre nuevas posibilidades en todos los segmentos, del B2C al B2B. Nuevas formas de acceso al consumidor, nuevas posibilidades de logística, nuevas oportunidades.
Por el momento, el IPV6 todavía es una realidad limitada al medio académico o a los proveedores de Internet más preocupados por el agotamiento de las direcciones, cada vez más cercano. Adherir al protocolo todavía no es una exigencia para la gran mayoría de las corporaciones, pero pronto lo será. No es mala idea aprovechar el tiempo disponible para comenzar a estudiar el tema y planificar la migración.
Fuente: Global Crossing
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