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El regalo de los Reyes Magos

U n dólar con ochenta y siete centavos. Eso fue todo. Y siete centavos eran en centavos. Centavos ahorrados uno a uno, derribando al tendero, al verdulero y al carnicero hasta que las mejillas ardían con la silenciosa calma que implicaba un trato tan cercano. Della lo contó tres veces. Un dólar con ochenta y siete centavos. El siguiente día sería Navidad. C laramente, no había nada que hacer más que dejarse caer en el pequeño sofá destartalado y gritar. Así que Della lo hizo. Lo que suscita la reflexión moral de que la vida se compone de sollozos, lloriqueos y sonrisas, predominando los lloriqueos. Mientras que la dueña del hogar va pasando gradualmente de la primera etapa emocional  a la segunda, echa un vistazo a su casa. Un piso amueblado a $8 por semana. No excedía exactamente la descripción, pero ciertamente tenía esa palabra al acecho: precaria mendicidad. En el vestíbulo de abajo había un buzón en el que no entraría ninguna carta y un botón eléctrico del que ningún dedo mortal p

Mar de Aral: !una historia para llorar ¡


En tan sólo 20 años el ser humano ha sido el protagonista de cómo uno de los mayores lagos del mundo (o mar interior) se ha visto reducido hasta límites insospechados.

Esta imagen, obtenida de Wikipedia, muestra el cambio que ha sufrido, el deterioro reinante, que ha sufrido el Mar de Aral, en Asia Central (entre Kazajistán y Uzbekistán) durante los últimos 20 años, si bien todo comenzó en la década de los 60.

Fue en esa época cuando la por entonces Unión Soviética decidió utilizar la gran reserva de agua del Mar de Aral para sus regadíos, cuyo objetivo era producir arroz, melones, cereales y algodón. Para conseguir esto, desviaron el agua de los dos ríos más importantes de Asia Central: Amu Daria y Syr Daria, provocando que el Mar de Aral se quedara sin sus principales alimentadores. Además, los canales artificiales por donde discurría el agua desviaba no hacían otra cosa que desperdiciar el preciado líquido, por lo que el caudal desviado superaba con creces el lógico para mantener un ecosistema equilibrado.

No tardó mucho en resentirse el gran Lago asiático, y es que en la década de los 60 comenzó lo que todos temían: el Mar de Aral comenzó a menguar, a un ritmo de 20 centímetros cada año, ritmo que, en lugar de disminuir, aceleró hasta situarse en los 60 centímetros al año al final de la década de los setenta. ¿Creerán que se detuvo el despropósito? No, en los ochenta se siguió utilizando más y más agua, y la gran reserva de agua disminuyo más y más deprisa. Desde la URSS aseguraron que el fin del Mar de Aral era inevitable y que se trataba de un error de la naturaleza.

Como siempre, ahora tratamos de arreglar las cosas después de estropearlas y los diferentes Gobiernos asiáticos ofrecen soluciones para un Mar que ha perdido hasta el 60% de su superficie. Además, la contaminación excesiva de la zona también ha causado estragos y se teme que esto vaya en aumento.

Fuente:elblogverde.com

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