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Semilla de vida. Parte 2.

 El gran despertar U n día como hoy, hace ciento treinta y tres años llegué a un mundo donde la belleza de la naturaleza había sido cambiada por la eficiencia de la máquina y donde el disfrute por lo natural intercambiado por lo sintético elemental. Aún así la civilización que recibí como herencia hizo de mi un hombre buscador de verdades ocultas. Un insoslayable precursor de la solidaridad entre todas las criaturas con derecho a una vida digna y llena de amor. Un incansable hacedor de realidades y sueños carentes del medio físico que los impulse al mundo real. Un observador empedernido y vehemente del mundo que llega a mis ojos cada instante y que provoca en mi cerebro las multicolores imágenes producto del aglutinamiento de millones de fotones que como niños escapan hacia la libertad de la acción y hacia la esclavitud del destino. Realmente me siento bien físicamente aún cuando la prótesis visual que reemplazo mis ojos hace veinticinco años atrás me produce un pulsante dolor de c

Mar de Aral: !una historia para llorar ¡


En tan sólo 20 años el ser humano ha sido el protagonista de cómo uno de los mayores lagos del mundo (o mar interior) se ha visto reducido hasta límites insospechados.

Esta imagen, obtenida de Wikipedia, muestra el cambio que ha sufrido, el deterioro reinante, que ha sufrido el Mar de Aral, en Asia Central (entre Kazajistán y Uzbekistán) durante los últimos 20 años, si bien todo comenzó en la década de los 60.

Fue en esa época cuando la por entonces Unión Soviética decidió utilizar la gran reserva de agua del Mar de Aral para sus regadíos, cuyo objetivo era producir arroz, melones, cereales y algodón. Para conseguir esto, desviaron el agua de los dos ríos más importantes de Asia Central: Amu Daria y Syr Daria, provocando que el Mar de Aral se quedara sin sus principales alimentadores. Además, los canales artificiales por donde discurría el agua desviaba no hacían otra cosa que desperdiciar el preciado líquido, por lo que el caudal desviado superaba con creces el lógico para mantener un ecosistema equilibrado.

No tardó mucho en resentirse el gran Lago asiático, y es que en la década de los 60 comenzó lo que todos temían: el Mar de Aral comenzó a menguar, a un ritmo de 20 centímetros cada año, ritmo que, en lugar de disminuir, aceleró hasta situarse en los 60 centímetros al año al final de la década de los setenta. ¿Creerán que se detuvo el despropósito? No, en los ochenta se siguió utilizando más y más agua, y la gran reserva de agua disminuyo más y más deprisa. Desde la URSS aseguraron que el fin del Mar de Aral era inevitable y que se trataba de un error de la naturaleza.

Como siempre, ahora tratamos de arreglar las cosas después de estropearlas y los diferentes Gobiernos asiáticos ofrecen soluciones para un Mar que ha perdido hasta el 60% de su superficie. Además, la contaminación excesiva de la zona también ha causado estragos y se teme que esto vaya en aumento.

Fuente:elblogverde.com

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