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Semilla de vida. Parte 2.

 El gran despertar U n día como hoy, hace ciento treinta y tres años llegué a un mundo donde la belleza de la naturaleza había sido cambiada por la eficiencia de la máquina y donde el disfrute por lo natural intercambiado por lo sintético elemental. Aún así la civilización que recibí como herencia hizo de mi un hombre buscador de verdades ocultas. Un insoslayable precursor de la solidaridad entre todas las criaturas con derecho a una vida digna y llena de amor. Un incansable hacedor de realidades y sueños carentes del medio físico que los impulse al mundo real. Un observador empedernido y vehemente del mundo que llega a mis ojos cada instante y que provoca en mi cerebro las multicolores imágenes producto del aglutinamiento de millones de fotones que como niños escapan hacia la libertad de la acción y hacia la esclavitud del destino. Realmente me siento bien físicamente aún cuando la prótesis visual que reemplazo mis ojos hace veinticinco años atrás me produce un pulsante dolor de c

¿Hay algo después de la muerte? Quiero creer que si.



Cuando    perdemos a un ser querido, nos duele tanto que a veces llorar no basta. Nada importa. El que pierde a alguien, y realmente lo amo en vida, queda destrozado sin rumbo, es como si todo acabara. Es una sin razón humana que no se explica, solo se siente. Es difícil, o quizás imposible superarlo. El paso del tiempo lo alivia. Pero el dolor sigue palpitando ahí.           
                                                                                                     
Cuando perdí a mi madre, sentí un dolor al pecho indescriptible. Era como si el corazón me lo trituraran. Una sensación que recorre cada parte del cuerpo. Era como si toda mi energía vital explotaba en llanto. Todo se me puso oscuro, ya no me importaba nada. Mi esposa y mi pequeño bebe, que acababa de nacer, fueron mi camino de escape a esta tormenta de emociones y sentimientos de culpa que solo se podían expresar en episodios donde no paraba de llorar. Y no me resistía. Llorar es bueno. Hay una cierta liberación de algo, emociones quizás, pero es por breves instantes. Luego se vuelve a estar como al inicio. Una pena que no acaba. Una falta de voluntad donde las cosas materiales pasan a último termino.

Por mi mente pasaron muchas cosas, donde pude y no hice algo por mi madre cuando estaba enferma. Recordaba el pasado, cuando era adolescente y ella me disciplinaba. Yo de altanero le gritaba y vociferaba palabras, que después me arrepentía haberlas dicho. 

Al inicio de la pena, recordaba todo lo malo que me había comportado de adolescente y de adulto. Pero después, recordé los momentos mas alegres y satisfactorios. Eso me ayudo mucho. Y comprendí, mucho tiempo después, que una persona que muere siempre va estar en los pensamientos de sus seres queridos. Y la vida de alegría y felicidad, esos pequeños momentos que tendemos a olvidar, son los que realmente importan. 

Ya después de muchos años, el recuerdo sigue ahí. Pero la pena es serena. Latente no acaba. 

Busco la biblia para saber que dice ella de la muerte. Es muy clara al respecto:

Eclesiastés 9:5-10 RVR1960

Porque los que viven saben que han de morir; pero los muertos nada saben, ni tienen más paga; porque su memoria es puesta en olvido. También su amor y su odio y su envidia fenecieron ya; y nunca más tendrán parte en todo lo que se hace debajo del sol. Anda, y come tu pan con gozo, y bebe tu vino con alegre corazón; porque tus obras ya son agradables a Dios. En todo tiempo sean blancos tus vestidos, y nunca falte ungüento sobre tu cabeza. Goza de la vida con la mujer que amas, todos los días de la vida de tu vanidad que te son dados debajo del sol, todos los días de tu vanidad; porque esta es tu parte en la vida, y en tu trabajo con que te afanas debajo del sol. Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas; porque en el Seol, adonde vas, no hay obra, ni trabajo, ni ciencia, ni sabiduría.


Las palabras anteriores me ponen algo triste. Saber que el ser querido muerto esta en un limbo donde no existe nada deja un vacío profundo. Las películas de la televisión hacen ver que los muertos están en paraísos y lugares hermosos y agradables donde solo esperan a sus seres queridos que aún están en la tierra.

Quiero pensar en que las almas están en algún lugar hermoso. Lleno de luz y paz. Esperando el día de la resurrección prometida por Jesús. Eso me da fuerza para soportar la pena y la nostalgia que a veces me embarga. Dios me perdone si quiero creer en algo, que la biblia lo niega. Pero Dios nos creo a los seres humanos para dar sentido a la vida, y como un reconocimiento al mismo creador. Un Dios lleno de amor infinito, nos da vida. La muerte debe tener un significado más sublime y no verla como el fin de la vida. Tal vez sea una transformación hacia otra forma existencial. Dejamos el cuerpo y nos convertimos en parte de la energía del universo. Junto al creador. Así quiero recordar a mi madre. Ella es parte de esa energía pura del universo. Donde el creador los acobija y los ama eternamente.

La muerte no es el fin, es el comienzo de algo mejor.  Dios nos ayude con tantas dudas. Que nuestras oraciones reflejen todo ese peso emocional que nos embarga por nuestros seres queridos fallecidos. Dios sabrá responder en el momento oportuno. 

Espero sus comentarios, 


Escritor de Letras.













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