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Semilla de vida. Parte 2.

 El gran despertar U n día como hoy, hace ciento treinta y tres años llegué a un mundo donde la belleza de la naturaleza había sido cambiada por la eficiencia de la máquina y donde el disfrute por lo natural intercambiado por lo sintético elemental. Aún así la civilización que recibí como herencia hizo de mi un hombre buscador de verdades ocultas. Un insoslayable precursor de la solidaridad entre todas las criaturas con derecho a una vida digna y llena de amor. Un incansable hacedor de realidades y sueños carentes del medio físico que los impulse al mundo real. Un observador empedernido y vehemente del mundo que llega a mis ojos cada instante y que provoca en mi cerebro las multicolores imágenes producto del aglutinamiento de millones de fotones que como niños escapan hacia la libertad de la acción y hacia la esclavitud del destino. Realmente me siento bien físicamente aún cuando la prótesis visual que reemplazo mis ojos hace veinticinco años atrás me produce un pulsante dolor ...

Arte. ! Con material bien frio ¡

El hombre cuando quiere expresar su más intimo pensamiento sobre algo, se vale de los materiales más conocidos y usuales. Pero cuando desea algo distinto logra plasmar esta inquietud en una obra de arte donde lo pragmático no tiene cabida, logrando expresarse de una manera distinta y poco convencional donde lo efímero de su trabajo se sustenta en variables naturales como la temperatura. Aún así logra dar un salto donde la belleza en toda su grandeza se despliega con inusitada reverencia.

A continuación el arte plasmado en un trozo de hielo. Convertido en reflejo de luz ante los ojos.
















A lo largo de la vida es posible convertir algo inerte en arte.

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