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Semilla de vida. Parte 2.

 El gran despertar U n día como hoy, hace ciento treinta y tres años llegué a un mundo donde la belleza de la naturaleza había sido cambiada por la eficiencia de la máquina y donde el disfrute por lo natural intercambiado por lo sintético elemental. Aún así la civilización que recibí como herencia hizo de mi un hombre buscador de verdades ocultas. Un insoslayable precursor de la solidaridad entre todas las criaturas con derecho a una vida digna y llena de amor. Un incansable hacedor de realidades y sueños carentes del medio físico que los impulse al mundo real. Un observador empedernido y vehemente del mundo que llega a mis ojos cada instante y que provoca en mi cerebro las multicolores imágenes producto del aglutinamiento de millones de fotones que como niños escapan hacia la libertad de la acción y hacia la esclavitud del destino. Realmente me siento bien físicamente aún cuando la prótesis visual que reemplazo mis ojos hace veinticinco años atrás me produce un pulsante dolor de c

Cisne. Amor por siempre.


Alguien me dijo una vez que cuando se enamoraba era más fiel que los cisnes (glup!). No entendí inmediatamente de qué estaba hablando, porque desconocía que se señala a estas aves como una de las escasas especies monógamas dentro del reino animal.

La pregunta es ¿y si se equivocan?. Porque si la vocación es a la dedicación exclusiva a su pareja, no hay espacio para el error. El caso del cisne en Munster, Alemania, es un ejemplo: en ese lugar se enamoró y ha pasado las últimas tres semanas en pleno romance y cortejo con otro cisne, que ha recibido sistemáticamente muestras de devoción y cariño por parte de su admirador. Se encarga de protegerlo, se ubica junto a él todo el tiempo e incluso espanta agresivamente a los botes a pedales que atraviesan el lago donde estas especies habitan, cuidando su territorio y a su enamorado/a.

El cisne se ha enamorado para toda su vida, hasta que la muerte los separe (se supone que estas aves sólo se vuelven a emparejar cuando su pareja muere e incluso si no logran criar en un período, sólo el 3% de los cisnes se separa… espeluznante parecido, ¿no?). O sea, las expectativas que se han puesto sobre esta relación y sobre su pareja no es que sean desmedidas, son TODAS, COMPLETAS, ABSOLUTAS. Hay una voluntad de entrega que recae sobre el cisne sin dudar que el otro no fuera a responder a este sentimiento. La parte trágica de esta historia es que en Munster, en ese lago donde hay un cisne completamente cegado de amor, su pareja es una mentirita, un bote con forma de cisne de cinco veces su tamaño.


Por eso, ¿qué pasará cuando el cisne enamorado descubra que el objeto de su afecto tiene de cisne sólo la apariencia? ¿Hay alguien preparado para aceptar que todo en lo que creíste no existe? Si hasta el momento el hecho de que sea ficticio no ha sido impedimento para enamorarse, ¿será tan profundo el sentimiento, teniendo en cuenta que toda esta relación se ha construido en torno a una figura plástica? ¿Es amor finalmente o es la voluntad de focalizar todos los sentimientos de cariño en algo, en alguien idealizado? No importa si la retribución amorosa es la frialdad de una pareja sintética, porque en esa relación el cisne está jugando solo hasta el final y la fidelidad no es más que una actitud de ser leal a sí mismo, así que no me hablen de los cisnes y su fidelidad, porque es lo más egoísta que he escuchado y nunca plantearía la mía en esos términos, considerando que en el fondo, no se enamoran de su pareja, sino de lo que sienten que son cuando están con ella.


El amor une todo. El amor hace que cualquier cosa mala que nos pase, así sea de las más terribles, nos permita salir adelante sin resentimientos ni amarguras. Así que mis queridos lectores, si usted ama de verdad a alguien debe sentir el torbellino del universo dentro de sí. Debe poder ver el sol en colores. Debe poder oír el murmullo del silencio convertido en suaves notas de música que lo llenan todo.........¡¡¡

Fuente:penelopeglamour.blogspot.com

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