Ir al contenido principal

Destacados

Semilla de vida. Parte 2.

 El gran despertar U n día como hoy, hace ciento treinta y tres años llegué a un mundo donde la belleza de la naturaleza había sido cambiada por la eficiencia de la máquina y donde el disfrute por lo natural intercambiado por lo sintético elemental. Aún así la civilización que recibí como herencia hizo de mi un hombre buscador de verdades ocultas. Un insoslayable precursor de la solidaridad entre todas las criaturas con derecho a una vida digna y llena de amor. Un incansable hacedor de realidades y sueños carentes del medio físico que los impulse al mundo real. Un observador empedernido y vehemente del mundo que llega a mis ojos cada instante y que provoca en mi cerebro las multicolores imágenes producto del aglutinamiento de millones de fotones que como niños escapan hacia la libertad de la acción y hacia la esclavitud del destino. Realmente me siento bien físicamente aún cuando la prótesis visual que reemplazo mis ojos hace veinticinco años atrás me produce un pulsante dolor de c

Jesucristo

¿Qué papel singular cumple Jesús?

¿De dónde vino?

¿Qué clase de persona fue?


En el mundo hay muchas personas famosas. Algunas son muy conocidas en su propia comunidad, ciudad o nación, y otras en el mundo entero. Pero el hecho de que usted sepa el nombre de alguien famoso no significa que conozca a esa persona, es decir, que esté enterado de los detalles de su pasado o de cómo es en realidad.

Aunque ya han pasado unos dos mil años desde que Jesucristo vivió en la Tierra, en todo el mundo se habla de él. Sin embargo, existe mucha confusión sobre quién fue en realidad. Algunos dicen que fue tan solo un hombre bueno. Otros piensan que no fue más que un profeta. Y hay quienes creen que Jesús es Dios y debemos adorarlo. ¿Será esto cierto?

Es importante que usted sepa la verdad sobre Jesús. ¿Por qué? Porque la Biblia dice: “Esto significa vida eterna, el que estén adquiriendo conocimiento de ti, el único Dios verdadero, y de aquel a quien tú enviaste, Jesucristo” (Juan 17:3). En efecto, conocer la verdad sobre Dios y sobre Jesucristo puede llevarle a vivir para siempre en un paraíso terrestre (Juan 14:6). Además, Jesús dio el mejor ejemplo de cómo se debe vivir y tratar al prójimo (Juan 13:34, 35). En el primer capítulo de este libro vimos cuál es la verdad acerca de Dios. Veamos ahora lo que enseña la Biblia acerca de Jesucristo.


EL MESÍAS PROMETIDO

Mucho antes de que Jesús naciera, la Biblia predijo la llegada del enviado de Dios, el llamado Mesías o Cristo. Los títulos Mesías (derivado de una palabra hebrea) y Cristo (derivado de una palabra griega) significan “Ungido”. De modo que el enviado prometido sería ungido, es decir, nombrado por Dios para ocupar una posición especial. En otros capítulos de este libro veremos con más detalle que el Mesías tiene un importantísimo papel en el cumplimiento de las promesas divinas. También veremos que Jesús puede bendecirnos incluso hoy en día. Seguramente, ya antes de que Jesús naciera, muchas personas se preguntaban: “¿Quién será el Mesías?”.

En el siglo primero de nuestra era, los discípulos de Jesús de Nazaret estaban totalmente convencidos de que él era el Mesías predicho (Juan 1:41). Uno de ellos, Simón Pedro, le dijo sin rodeos: “Tú eres el Cristo” (Mateo 16:16). Ahora bien, ¿por qué estaban tan seguros aquellos discípulos de que Jesús era en verdad el Mesías prometido? ¿Y por qué podemos estar seguros nosotros?

Los profetas de Dios que vivieron antes que Jesús predijeron muchos detalles que ayudarían a identificar al Mesías. Por poner una comparación: suponga que usted tuviera que ir a buscar a un desconocido a una concurrida estación de autobuses o de trenes, o a un aeropuerto. ¿Verdad que le vendría bien conocer algunas características de la persona? Pues bien, mediante los profetas bíblicos, Dios dio una descripción bastante detallada de lo que haría el Mesías y de las cosas que le sucederían. De este modo, las personas fieles podrían reconocerlo sin ninguna duda cuando vieran cumplirse todas esas profecías.

Veamos un par de ejemplos. El primero es el siguiente: más de setecientos años antes de que ocurriera, el profeta Miqueas predijo que el enviado prometido nacería en Belén, un pequeño pueblo de la tierra de Judá (Miqueas 5:2). Pues bien, ¿dónde nació Jesús? Justo en ese lugar (Mateo 2:1, 3-9). El segundo ejemplo es la profecía de Daniel 9:25, que con muchos siglos de antelación permitía calcular el año exacto en que se presentaría el Mesías: el año 29 de nuestra era. El cumplimiento de estas y otras profecías demuestra que Jesús era el Mesías prometido.

A finales del año 29 se demostró aún más claramente que Jesús era el Mesías. Fue entonces cuando él le pidió a Juan el Bautista que lo bautizara en el río Jordán. Jehová había prometido a Juan que le daría una señal para que pudiera reconocer al Mesías, y se la dio en el bautismo de Jesús. La Biblia relata: “Después que Jesús fue bautizado, inmediatamente salió del agua; y, ¡mire!, los cielos se abrieron, y él vio descender como paloma el espíritu de Dios que venía sobre él. ¡Mire! También hubo una voz desde los cielos que decía: ‘Este es mi Hijo, el amado, a quien he aprobado’” (Mateo 3:16, 17). Cuando Juan vio y escuchó aquello, no tuvo ninguna duda de que Jesús era el enviado de Dios (Juan 1:32-34). Aquel día, cuando el espíritu santo se derramó sobre él, Jesús llegó a ser el Mesías, o Cristo, la persona elegida para ser Caudillo y Rey (Isaías 55:4).



¿DE DÓNDE VINO JESÚS?

La Biblia enseña que Jesús vivió en el cielo antes de venir a la Tierra. Por ejemplo, además de predecir que el Mesías nacería en Belén, el profeta Miqueas indicó que su origen tuvo lugar en “tiempos tempranos” (Miqueas 5:2). De hecho, el propio Jesús dijo en muchas ocasiones que antes de nacer como hombre había vivido en el cielo (Juan 3:13; 6:38, 62; 17:4, 5). Allí era una criatura espiritual que disfrutaba de una relación especial con Dios.

Por muchas razones, Jesús es el hijo más querido de Jehová. La Biblia lo llama “el primogénito de toda la creación”, pues él fue lo primero que Dios creó (Colosenses 1:15).# Otra cosa que lo hace especial es el hecho de ser el “Hijo unigénito” (Juan 3:16). Esto significa que es el único a quien Dios creó directamente. También es el único que colaboró con Dios en la creación de todas las demás cosas (Colosenses 1:16). Además, se le llama “la Palabra” (Juan 1:14). Este título muestra que era el encargado de hablar en nombre de su Padre. Seguramente daba mensajes e instrucciones a los demás hijos de Dios, tanto a ángeles como a seres humanos.


¿Es el Hijo primogénito igual a Dios, como algunos creen? Eso no es lo que la Biblia enseña. Como vimos en el párrafo anterior, el Hijo fue creado. Por lo tanto, es obvio que tuvo un principio, mientras que Dios no tiene ni principio ni fin (Salmo 90:2). Al Hijo unigénito ni siquiera se le ocurrió tratar de igualarse a su Padre. La Biblia enseña claramente que el Padre es mayor que el Hijo (Juan 14:28; 1 Corintios 11:3). Solo Dios es el “Dios Todopoderoso” (Génesis 17:1). Por consiguiente, no tiene igual.

Dios y su Hijo primogénito disfrutaron de una relación muy estrecha durante millones y millones de años, mucho antes de la creación de las estrellas y la Tierra. ¡Qué gran amor deben de haberse tenido! (Juan 3:35; 14:31.) Este Hijo querido era tal como su Padre. Por esa razón, la Biblia dice que él es “la imagen del Dios invisible” (Colosenses 1:15). En efecto, igual que los hijos suelen parecerse a sus padres de muchas maneras, este Hijo celestial de Dios también reflejaba las cualidades y la personalidad de su Padre.

El Hijo unigénito de Dios dejó voluntariamente el cielo para venir a la Tierra y ser hombre. Pero quizá usted se pregunte: “¿Cómo fue posible que un espíritu naciera como ser humano?”. Pues bien, Dios realizó un milagro. Hizo que la vida de su Hijo primogénito, que estaba en el cielo, pasara a la matriz de una virgen judía llamada María. Puesto que no intervino ningún padre humano, ella dio a luz un hijo perfecto, al que puso por nombre Jesús (Lucas 1:30-35).


¿QUÉ CLASE DE PERSONA FUE JESÚS?

Todo lo que Jesús hizo y dijo mientras estuvo en la Tierra nos ayuda a conocerlo bien. Y, lo que es más, por medio de él podemos conocer mejor a Dios. ¿De qué manera? Recuerde que este Hijo es la viva imagen de su Padre. Por eso le dijo a uno de sus discípulos: “El que me ha visto a mí ha visto al Padre también” (Juan 14:9). En los cuatro libros de la Biblia que se conocen como los Evangelios —Mateo, Marcos, Lucas y Juan—, hallamos mucha información sobre la vida, las obras y las cualidades de Jesucristo.

A Jesús se le llamaba “Maestro” (Juan 1:38; 13:13). ¿Qué era lo que enseñaba? Principalmente, proclamaba el mensaje de “las buenas nuevas del reino”, es decir, las buenas noticias sobre el Reino de Dios. Este gobierno regirá toda la Tierra desde el cielo y derramará un sinfín de bendiciones sobre los seres humanos que sean fieles a Dios (Mateo 4:23). ¿De quién procedía este mensaje? Jesús mismo lo dijo: “Lo que yo enseño no es mío, sino que pertenece al que me ha enviado”, o sea, a Dios (Juan 7:16). El Hijo sabía que su Padre deseaba que la gente oyera las buenas nuevas del Reino de Dios.

¿Dónde enseñaba Jesús? En cualquier lugar donde hubiera gente: tanto en el campo como en las ciudades, los pueblos, los mercados y las casas. Jesús no se sentaba a esperar a que las personas acudieran a él, sino que iba a buscarlas (Marcos 6:56; Lucas 19:5, 6). ¿Por qué dedicó tanto tiempo y esfuerzo a predicar y enseñar? Porque esa era la voluntad de su Padre, y Jesús siempre la cumplió (Juan 8:28, 29). Pero había otra razón, y era que sentía compasión por las multitudes que iban a verlo (Mateo 9:35, 36). Los líderes religiosos deberían haberles enseñado la verdad sobre Dios y sus propósitos, pero las habían dejado abandonadas. Sin embargo, Jesús sabía cuánto necesitaban escuchar el mensaje del Reino.

Jesús fue un hombre tierno, cariñoso y de gran corazón. Trataba a la gente con sencillez y amabilidad, y hasta los niños se sentían cómodos a su lado (Marcos 10:13-16). No mostraba favoritismo. Odiaba la corrupción y la injusticia (Mateo 21:12, 13). En una época en la que se mostraba poco respeto y consideración a las mujeres, él las trató con dignidad (Juan 4:9, 27). Jesús era humilde de verdad. En cierta ocasión les lavó los pies a los apóstoles, una tarea que solían realizar los criados de menor categoría.

Jesús sentía compasión por las personas que sufrían, como lo demostró especialmente cuando realizó curaciones milagrosas con el poder del espíritu de Dios (Mateo 14:14). Por ejemplo, un leproso lo buscó y le dijo: “Si tan solo quieres, puedes limpiarme”. Jesús sintió en su propio corazón el sufrimiento de aquel hombre. Compadecido, extendió la mano, lo tocó y le dijo: “Quiero. Sé limpio”. ¡Y el enfermo sanó! (Marcos 1:40-42.) ¿Se imagina usted cómo debió sentirse aquella persona?

Buscar a Dios, es buscar el camino correcto de muchos que llevan al abismo.

Comentarios

Entradas populares