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Los Chips de implantación subcutánea y la bioética..
La tecnología no detiene su paso y nos recuerda muchas veces lo vulnerables que somos en este mundo moderno que nos correspondió vivir, donde todo evoluciona rápidamente a una interdependencia disfuncional que nos mantendrá interconectados entre nosotros mismos y con múltiples sistemas de información que tendrán nuestros datos personales al alcance de personas que nunca llegaremos a conocer.
Prueba de ello son las tecnologías de micro-integración electrónica que ya permiten la inserción de pequeños dispositivos electrónicos dentro de la piel de personas, animales y las cosas para el monitoréo de su posición y así poder hacer la trazabilidad correspondiente que permita mantener un control positivo sobre dichos intereses de una manera oportuna y precisa.
Hoy día existen múltiples dispositivos para hacer lo propio, donde las tecnologías RFID (Radio Frequency IDentification) ocupan un lugar importante como medio para el almacenamiento y recuperación de datos en forma remota a través de etiquetas, transpondedores o tags RFID. El propósito fundamental actual de la tecnología por radiofrecuencia RFID es transmitir la identidad de un objeto por un número de serie único mediante ondas de radio al sistema que así lo requiera, con la ventaja de que no se requiere línea de visión directa entre emisor y receptor.
Los usos son múltiples y llegan permanentemente de todas partes noticias que así lo atestiguan. Prueba de ello es la novedad que registramos desde la empresa VeriChip, experta en el tema y con varios productos ya en el mercado, que piensa ahora implantar 90 microetiquetas RFID a una misma cantidad de enfermos de Alzheimer voluntarios. La iniciativa forma parte de un proyecto a dos años llamado VeriMed Patient Identification Project, en el que se seguirá de cerca a un total de 200 pacientes para monitorear algunos datos relacionados con su enfermedad, aunque ya existen tecnologías para aliviar la misma por impulsos eléctricos directamente en el cerebro. (Electrofisiología).
Existe un potencial enorme para su implantación y uso dentro de las que registramos solo las siguientes:
* Identificación de dispositivos médicos como marcapasos, válvulas coronarias o articulaciones artificiales.
* Integración y consulta del historial médico de pacientes que requieren cuidados especiales.
* En casos de emergencia, permite la identificación rápida y segura de una persona.
* Localización de personas dentro de un inmueble.
* Sustitución del plástico de la tarjeta de crédito, evitando clonaciones y fraudes personales.
* Sustitución de documentos oficiales como la visa, pasaportes, credenciales de acceso, etc.
* Biosensores para medir la temperatura o pulso de una persona y registrar sus variaciones "on time".
* Expediente electrónico incluyendo imágenes como ultrasonidos, radiografías, etc.
El chip en cuestión recibe alimentación eléctrica del mismo cuerpo humano, por lo que no requiere la recarga de sus baterías y puede permanecer por ello durante tiempo considerable dentro del paciente. La información que lleva puede ser leída directamente de su portador o ser enviada por medios inalámbricos para ser tratada y archivada para posterior lectura dentro de las memorias internas que llevan.
Hasta aquí todo suena bien, pero el debate está servido por cuenta de la ética y la bioética, que aparecen como defensores de la intimidad del ser humano frente a estas nuevas tecnologías que cada día invaden más las fronteras elaboradas por y para nosotros mismos. Los problemas vienen de la mano de la seguridad que ofrecen estas tecnologías ante terceras personas que puedan, por medios lícitos e ilícitos, acceder sin autorización a nuestra información personal. Las actuales tecnologías de encriptación de datos son seguras para muchas plataformas pero nunca podrán garantizar totalmente que nuestros secretos no queden expuestos ante quien sepa accederlos.
Es así como gremios tan relevantes como el Grupo Europeo en Etica, Ciencias y Tecnología (GEE) afirmó que el uso de los nuevos implantes tecnológicos en el cuerpo humano son una amenaza potencial a la dignidad y la sociedad democrática, en la medica que dichas "prótesis electrónicas" son accesibles desde redes digitales. Según este gremio, "La noción ética de la inviolabilidad del cuerpo humano no debe entenderse como barrera al avance de la ciencia y de la tecnología, sino como una barrera contra su posible uso erróneo" y complementa diciendo que "tanto los implantes médicos, como los no médicos, requieren un consentimiento informado en referencia a la información que se va a manejar", aclarando conceptos diferentes entre lo pertinente a la salud del portador y la manera como la información, y el dispositivo mismo, podrán ser usado para la localización y obtención de información sensible no autorizada.
Lo cierto es que actualmente hay muchas iniciativas con rutas definidas hacia el tema como la "cibermedicina", donde de la mano de la creciente ola de la nanotecnología, se ha iniciado una carrera contra el tiempo en pos de proveer al hombre moderno de toda una gama de aparatos nanoscópicos que permitan mejorar o aliviar las enfermedades y sus consecuencias. Los médicos mismos juran ante su comunidad, y en nombre de Hipócrates, su ética ante el mundo; ética que comienza a tener momentos difíciles de interpretación por este tipo de tecnologías que nos harán parte de un todo en detrimento de nuestra intimidad.
El tema tiene tanto de largo como de ancho, y apenas comienza a sumarse a las corrientes éticas relacionadas con la clonación, las células madre y los procedimientos por tratamiento genético que, sumados todos, nos ofrecerán un coctel de posibilidades tan insospechadas y valiosas para mejorar nuestra vida, como igualmente inseguras. El "deber ser" pasa por la necesidad de los Estados y los involucrados en estos temas en crear condiciones propicias para el diálogo y el establecimiento de reglas claras antes y durante el proceso que apunten a regulaciones serias y de fácil implementación después, lo que sin duda será todo un reto.
Actualmente los implantes tecnológicos no son cubiertos generalmente por las legislaciones existentes en los países, y la sugerencia más directa o provisional si se quiere, es que aquellos dispositivos que tienen fines médicos deben ser regulados de la misma manera que actualmente se hace con los fármacos en la medicina.
El futuro nos dirá en que termina (o continúa) el tema.
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