La filantropía o amor al prójimo, base de todo código filosófico y/o religioso, conlleva en su propia concepción el espíritu altruista. Sin embargo, parece que el propio hecho de ayudar sí otorga beneficios a nuestra propia salud.
Se puede asegurar, sin temor a incurrir en error, que los dogmas católicos se agrupan en dos conceptos filantrópicos: el amor a Dios y el amor al prójimo. La Biblia acude a ellos constantemente como base de casi todo el código moral de la Fe.
Esta concepción filantrópica preconiza las buenas acciones sin esperar nada a cambio y da mayor importancia a la intención y el componente emocional de dichas acciones que a su resultado práctico.
Detrás de esta actitud solidaria hay, sin embargo, connotaciones a nivel personal que, lejos de desdeñar la recompensa, proporciona beneficios evidentes para la salud, y no sólo en el plano existencial o espiritual de nuestra conciencia, sino también en el psicológico.
La construcción de un conjunto de condiciones que nos permitan mejorar nuestra calidad de vida y nuestra salud, o lo que es lo mismo, un estilo de vida saludable, ha sido centrado por la Ciencia en actitudes preventivas como no fumar, consumir alcohol de forma moderada, hacer ejercicio, descansar suficientemente. Pero los últimos estudios realizados demuestran que a todas estas costumbres saludables debemos sumar otras del ámbito espiritual o emocional. Y aquí es donde encajan el altruismo y la filantropía.
De hecho, estas investigaciones parecen haber confirmado que las personas que acostumbran a ayudar a los demás consiguen mayor longevidad que las que no lo hacen. Podríamos asegurar, pues, que los altruistas viven más años que los egoístas. No sólo eso, se ha llegado a comprobar que ayudar a los demás mejora el sistema inmunológico.
La salud mental es la que de forma más patente aparece beneficiada por un comportamiento altruista y desinteresado. Socorrer al prójimo cuando éste lo necesita contribuye y mucho a reducir la incidencia de males de índole mental o emocional como el estrés, la depresión o la ansiedad.
Fuente: LAL/AGENCIAS
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